Yo te vi florecer como el lino,
Bajo una dulce luna de plata.
Deliciosa criatura perfumada,
Frescor de manantial en mi destino.
Era más fresca que el río
Tu risa leve que es como un cantar.
Y este llanto mío entre mis manos;
La esperanza nunca es vana.
Tu voz surgirá de las sombras
Pero en tus ojos el brillo
De aquel Palermo perdido
Sufre y se destroza hasta entender.
Se hace amarga en la sal del recuerdo
La tortura
De mis penas.
Niégame el destino que me obligue
A vivir sin tu voz.
Dame el humo de tu boca,
No te cieguen los fulgores
De alguna falsa pasión.
El amor que me ofrecías
Tiene gusto a fruta amarga
Y hoy regresa siempre
Por la siempre noche de mi soledad.